3ero. A - B - C
PRINCIPALES ECOSISTEMAS EN EL MUNDO
ECOSISTEMA
ECOSISTEMA
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Un ecosistema es un sistema natural que está formado por un conjunto de organismos vivos (biocenosis) y el medio físico en donde se relacionan (biotopo). Un Ecosistema es una unidad compuesta de organismos interdependientes que comparten el mismo hábitat. Los ecosistemas suelen formar una serie de cadenas que muestran interdependencia de los organismos dentro del sistema.
El concepto, que empezó a desarrollarse entre 1920 y 1930, tiene en cuenta las complejas interacciones entre los organismos (por ejemplo plantas, animales, bacterias, protistas y hongos) que forman la comunidad (biocenosis) y los flujos de energía y materiales que la atraviesan.
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ACTIVIDADES:
Teniendo en cuenta la información arriba mencionada, desarrolla en tu cuaderno las siguientes actividades:
- Define el concepto de ECOSISTEMA y detalla las características de los mismos.
- Elabora un mapa conceptual sobre los tipos de ecosistemas, determinados en el primer video.
- Con ayuda del segundo video, confecciona un cuadro de entradas sobre los tipos de ecosistemas en el mundo, mencionando sus características.
- Pega imágenes sobre los tipos de cada ecosistema contenido en este documento.
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EL PERÚ: el conflicto armado interno
5TO. A - B - C
A continuación se te presenta el discurso de Salomón Lerner Febres, pronuciado en la ceremonia de instalación de la Comisión de la Verdad la cual debes de imprimir, leer para luego dar respuestas que se te propone:
RECONCILIACIÓN Y PAZ EN EL PERÚ
La indiferencia ante el sufrimiento ajeno, la tolerancia hacia actos injustos, la incapacidad para ver en todo ser humanoa nuestro semejante, la indolencia y la fatuidad que impide llamar a la violencia irracional por su nombre, han sido, a lo largo de la histora, diligentes aliados de las más terribles tragedias humanas y sociales.
Hace veinte años, la mayoría de peruanos no supimos percibir que en una pequeña región de nuestro país empezaba a escribirse el primer capítulo de una desgraciada historia. Conocíamos los hechos, pero no pudimos -o acaso no quisimos- darnos por enterados del drama que ellos anunciaban. Debimos ser intolerantes con la primera muerte, debimos denunciarla y repudiarla como un acto de barbarie que nos agraviaba íntimamente a todos y que degradaba nuestra vida en común. Debimos ver en ella el escándalo que es todo sacrificio de una vida humana. Tal vez, si hubiera sido, no estaríamos lamentando las miles de ausencias irreparables que hoy afligen nuestra conciencia ni las graves fracturas dejadas en nuestro cuerpo social por esas décadas de desenfrenado menosprecio de la vida humana y de las leyes elementales de la convivencia civilizada.
Son ahora graves obligaciones nuestras -de esta comisión y de todos los peruanos- el recuperar el rostro de nuestros muertos y desaparecidos, el convertir en voces claras los murmullos que emergen de las tumbas secretas y, por cierto, el confesar el sinnúmero de inhumanos atropellos cometidos por una turba dogmática que hizo de las crueldad su bandera, y también por quienes tenían la obligación de proteger el país de la barbarie.
Pero entendámoslo rectamente. Exponer a la luz los pasajes oscuros de esos años implica no solamente recuperar los hechos y los nombres de quienes en ellos fueron víctimas y victimarios. Significa también preguntarnos por las fallas de nuestra sociedad que los hicieron posibles. Si bien no podemos olvidar que la violencia y la injusticia son actos cuyos autores deben ser señalados con exactitud, no podemos negar que los años de confusión e iniquidad que hemos padecido fueron vergonzosas manifestaciones de un organismo social lacerado y enfermo, tiempos en los que una vasta historia de desencuentros y exclusiones alcanzó su más terrible y oprobioso semblante. Así, pues, si como dice el Evangelio, "La verdad nos hace libres", la ausencia de ellas nos enajena, nos degrada y nos incapacita para actuar moralmente. Es imperativo, pues, que asumamos todos juntos la tarea de restituir la verdad de nuestra reciente historia. Esa verdad sólo es accesible a través del diálogo y del entendimiento comín en un mismo lenguaje. Nuestra búsqueda de la verdad implica entonces oír a quienes aún pueden ofrecer su testimonio y encontrar una manera de darles voz a quienes ya no la tienen. Y, al hacerlo así, además de practicar un acto de justicia, estaremos contribuyendo a una nueva forma de integración, de superación de las viejas barreras que nos disgregan.
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Hace veinte años, la mayoría de peruanos no supimos percibir que en una pequeña región de nuestro país empezaba a escribirse el primer capítulo de una desgraciada historia. Conocíamos los hechos, pero no pudimos -o acaso no quisimos- darnos por enterados del drama que ellos anunciaban. Debimos ser intolerantes con la primera muerte, debimos denunciarla y repudiarla como un acto de barbarie que nos agraviaba íntimamente a todos y que degradaba nuestra vida en común. Debimos ver en ella el escándalo que es todo sacrificio de una vida humana. Tal vez, si hubiera sido, no estaríamos lamentando las miles de ausencias irreparables que hoy afligen nuestra conciencia ni las graves fracturas dejadas en nuestro cuerpo social por esas décadas de desenfrenado menosprecio de la vida humana y de las leyes elementales de la convivencia civilizada.
Son ahora graves obligaciones nuestras -de esta comisión y de todos los peruanos- el recuperar el rostro de nuestros muertos y desaparecidos, el convertir en voces claras los murmullos que emergen de las tumbas secretas y, por cierto, el confesar el sinnúmero de inhumanos atropellos cometidos por una turba dogmática que hizo de las crueldad su bandera, y también por quienes tenían la obligación de proteger el país de la barbarie.
Pero entendámoslo rectamente. Exponer a la luz los pasajes oscuros de esos años implica no solamente recuperar los hechos y los nombres de quienes en ellos fueron víctimas y victimarios. Significa también preguntarnos por las fallas de nuestra sociedad que los hicieron posibles. Si bien no podemos olvidar que la violencia y la injusticia son actos cuyos autores deben ser señalados con exactitud, no podemos negar que los años de confusión e iniquidad que hemos padecido fueron vergonzosas manifestaciones de un organismo social lacerado y enfermo, tiempos en los que una vasta historia de desencuentros y exclusiones alcanzó su más terrible y oprobioso semblante. Así, pues, si como dice el Evangelio, "La verdad nos hace libres", la ausencia de ellas nos enajena, nos degrada y nos incapacita para actuar moralmente. Es imperativo, pues, que asumamos todos juntos la tarea de restituir la verdad de nuestra reciente historia. Esa verdad sólo es accesible a través del diálogo y del entendimiento comín en un mismo lenguaje. Nuestra búsqueda de la verdad implica entonces oír a quienes aún pueden ofrecer su testimonio y encontrar una manera de darles voz a quienes ya no la tienen. Y, al hacerlo así, además de practicar un acto de justicia, estaremos contribuyendo a una nueva forma de integración, de superación de las viejas barreras que nos disgregan.
Discurso pronunciado por el doctor SALOMÓN LERNER FEBRES, presidente de la Comisión de la Verdad, el 13 de julio del 2001 en el acto de instalación de dicha comisión, celebrado en el Salón de la Paz de Palacio de Gobierno.
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- Según Salomón Lener, ¿qué consecuencias tuvo la indiferencia dentro del proceso subversivo que vivió el Perú?
- ¿Cuáles son las obligaciones que el autor atribuye a la Comisión de la Verdad?
- ¿Por qué es necesario saber la verdad para establecer justicia? ¿Qué significa la frase: "La verdad nos hace libres"?
- ¿Cuáles serían los caminos para lograr la verdad?
- Averigua el significado de algunas palabras mencionadas en el texto y que desconoces.
- Observa el siguiente video que completa la información.
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